Reparar pequeñas averías del hogar tú misma y ahorra dinero sin complicaciones.
Las cosas en casa se rompen cuando menos lo esperas. Un grifo que gotea, una puerta que chirría, una baldosa suelta o una lámpara que no enciende. Aunque parezcan problemas menores, si no se resuelven, se convierten en molestias diarias y, peor aún, en gastos innecesarios. La buena noticia es que muchas de estas tareas puedes solucionarlas tú misma. Reparar averías del hogar no requiere ser experta ni tener un taller de herramientas.
Empieza por lo básico: qué necesitas tener en casa.
Antes de lanzarte a arreglar cualquier cosa, conviene contar con un pequeño kit básico de herramientas. No hace falta invertir mucho. Con unos pocos elementos puedes resolver el 80% de las incidencias comunes:
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Destornilladores (plano y de estrella)
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Martillo
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Alicates
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Cinta aislante y cinta americana
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Pegamento tipo superglue
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Llave inglesa
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Nivel de burbuja
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Taladro sencillo con brocas básicas
Ten todo guardado en una caja o estantería que puedas acceder fácilmente. Si está a mano, no pospondrás tanto las reparaciones.
El grifo que gotea: solución rápida y sin fontanero.
Uno de los problemas más frecuentes. Si el goteo es leve y constante, es probable que el problema sea una junta desgastada o una goma interior.
Desmonta el cabezal con cuidado (puedes ayudarte con un paño para no rayarlo), localiza la goma o cartucho interior y sustitúyelo. Estas piezas se venden en cualquier ferretería o incluso por Amazon en packs económicos. Recuerda cerrar antes la llave de paso del agua.
Enchufes flojos o que no funcionan.
Un enchufe que se mueve puede ser peligroso. Lo más común es que se haya aflojado la carcasa. Corta la luz desde el cuadro general y desmonta la tapa con un destornillador. Asegúrate de que los cables están bien sujetos y aprieta los tornillos del soporte. Si ves algún cable dañado, lo ideal es sustituirlo o aislarlo con cinta.
Si el problema persiste y no tienes conocimientos de electricidad, en este caso sí conviene llamar a un profesional. Pero si solo está flojo, es una reparación rápida y segura.
El pomo de la puerta se afloja constantemente.
Los pomos que giran sin parar o que se salen son otro clásico. Lo habitual es que se haya aflojado el tornillo que sujeta el mecanismo. Solo necesitas un destornillador pequeño. En algunos modelos hay un agujerito oculto con un tornillo tipo Allen. Aprieta y listo. Si el pomo está roto, puedes sustituirlo fácilmente por uno nuevo de medida estándar.
Puertas que chirrían o no cierran bien.
El típico chirrido al abrir una puerta suele deberse a la falta de lubricación. Usa unas gotas de aceite multiusos o incluso un poco de vaselina en los goznes. Si la puerta roza el suelo, puedes lijar ligeramente el borde inferior o ajustar las bisagras.
Si no encaja bien con el marco, puede deberse a un hinchamiento por humedad. En ese caso, bastará con ajustar los tornillos de las bisagras o desplazar la placa del marco unos milímetros.
Baldosas sueltas o crujientes.
Una baldosa suelta no solo es molesta al caminar, también puede acumular suciedad y romperse. Si no se ha roto, puedes levantarla con cuidado usando una espátula. Limpia los restos de pegamento viejo, aplica adhesivo para baldosas o silicona fuerte y vuelve a colocarla. Usa algo de peso encima durante unas horas para asegurar el agarre.
En suelos vinílicos o tipo clic, puedes sustituir una sola pieza sin necesidad de levantar todo el suelo.
Lámparas o plafones que parpadean.
A veces no es la bombilla, sino un mal contacto. Desmonta la pantalla o el plafón (siempre cortando la luz antes), verifica que los cables están bien sujetos y que no hay conexiones flojas. Cambia la bombilla por una nueva para descartar ese problema. Si sigues viendo fallos, revisa el interruptor. En muchos casos, basta con sustituir el mecanismo por otro idéntico, algo muy sencillo de hacer.
Zócalos despegados o molduras que se caen.
En muchas casas los zócalos de madera o molduras decorativas se despegan con el tiempo. Puedes volver a fijarlos usando adhesivo de montaje en cartucho. Aplica el pegamento en zigzag, presiona contra la pared y mantén unos segundos. Si es necesario, sujeta con cinta adhesiva hasta que se seque. Si hay huecos, puedes rellenarlos con masilla blanca o pintura para dar un acabado limpio.
Cajones que se atascan o no corren bien.
Los cajones que raspan o no deslizan correctamente pueden mejorarse con algo tan simple como una vela o una pastilla de jabón. Frótala sobre los rieles o guías y el movimiento mejorará al instante. Si el problema persiste, revisa que no haya objetos caídos en la parte trasera o guías deformadas que deban enderezarse.
Sillas cojas o mesas inestables.
A menudo basta con apretar bien todos los tornillos. Si una pata está más corta, puedes pegar un pequeño fieltro o un trozo de cartón para igualar. También puedes usar cuñas de madera si es necesario. Para evitar que las sillas crujan o se tambaleen, asegúrate de que estén en una superficie nivelada.
¿Y si no tengo herramientas?
Hoy en día puedes encontrar kits básicos de bricolaje muy económicos. Pero incluso sin herramientas, muchas soluciones pueden improvisarse: una moneda como destornillador, una lima de uñas como lija o una cuerda para sujetar provisionalmente una bisagra suelta. Lo importante es la actitud: reparar averías del hogar tú misma es más cuestión de decisión que de técnica.
Reparar da poder (y ahorra mucho dinero).
Cuando resuelves tú misma las pequeñas averías de tu hogar, no solo evitas gastos innecesarios. También ganas seguridad, autonomía y satisfacción. Además, conoces mejor tu casa, aprendes habilidades útiles y puedes transmitirlas a otras personas. No hace falta hacerlo perfecto, solo hacerlo con ganas y con sentido común.